Capítulo 2. Lunes 7 de
enero.
Me despierto al ritmo de ‘All around the world’. Me
restriego los ojos y me levanto de la cama. Doy un bostezo enorme. Tengo sueño.
Miro a mí alrededor. Justin, Justin, Justin everywhere. Todo mi cuarto
empapelado. Despertarme viendo su sonrisa, oh sí, lo mejor qué hay en este
mundo. Bajo a la cocina, donde están mis padres y mi hermana. Los saludo con
una sonrisa, casi mueca. Mi hermana, Ali, se ríe. Ella es más pequeña qué yo.
Tiene doce años. Mis padres, como siempre, están preparando el café.
-Hey, jefes. –Los saludo.
-Buenos días, hija. –Me dice mi madre.
-Monstruo. –Habla mi padre mientras mi abraza.
Me siento en la silla y espero a qué me traigan mi
desayuno. Una taza de Justin Bieber se deposita delante de mí, con mi café con
leche. Cojo una cañita y me lo tomo.
Soy una finolis.
Cuando termino vuelvo a mi cuarto, cojo mi móvil, los
cascos y los pongo en mi pantalón de pijama. Después voy hacía mi armario. Unos
shorts, la camisa de ‘I’m sexy I know it’ y mis Supra azules. Entro al baño, me
desvisto, me visto, hago mis necesidades, me peino, rímel y preparada. Cojo mi
móvil y lo pongo en silencio. Aprovecho y miro los mensajes qué tengo. Bueno
todos son de Kelsey. Le contesto. Son chorradas las qué hablamos. De nuevo lo
coloco por la costura del pantalón, no sé si me entiendes. Me perfumo con ‘Someday’
y me coloco mi colgante de Justin. Siempre lo llevo.
-¡Leila! ¡Vas a llegar tarde, baja ya! –Grita mi madre.
-Ya voy, joder. –Digo cuando estoy a su lado.
-No me contestes. –Me regaña.
Salimos de casa y subimos al coche. Como todos los días
de mi vida hago, cojo el móvil y los cascos. Los enchufo y busco la lista de
reproducciones qué más me gusta. Una a la qué le puse por nombre
‘Kidrauhl<3’. Ahí tengo todas sus canciones. El coche para cuando voy por la
quinta canción de la lista.
-Hasta después, cariño. –Se despide mi madre de mi
hermana.
-Adiós, gorda. –Dice mi padre.
-Qué os bendiga el gato. –Dice la enana antes de cerrar
la puerta.
El coche sigue su recorrido, llegamos al trabajo de mi
padre. Él se baja, después de despedirse. Y yo sigo aquí, hasta llegar a mi
instituto, qué está cerca del trabajo de mi padre. El coche para.
-No quiero más notitas de los profesores en casa,
¿entendido?
-Qué sí.
-Leila, lo digo en serio. Déjate de tanto Justin Bieber
y atiende a las clases.
-Mamá, te quiero. –Digo antes de cerrar, pasando
totalmente de sus reprimendas.
Camino meneándome un poco al ritmo de ‘One time’. Llego
al instituto y me siento por fuera. Son las siete y media de la mañana, el
insti empieza a las ocho. Pues a esperar. Como siempre.
Es qué vengo temprano porque mi madre trabaja muy lejos
y tiene qué salir con tiempo.
Espero, sigo esperando…Son las ocho menos cuarto. Llega
David. Se sienta a mi lado y besa mi mejilla.
-Hola swaggy. –Me saluda.
-Hola pitufo. –Le sonrío.
-¿Llevas mucho tiempo esperando? –Pregunta– Iba a venir
antes pero es qué me quede dormido y… –Le tapo la boca.
-Niño, tranquilízate. –Río.
-Pefdo ¿ezpedafte mufso? –No le entendí nada, como
tenía mi mano en su boca. Empiezo a reírme, mientras quito mi mano.
-¡Fos, tío! Me babaste. –Me limpió en su chaqueta.
-¡Eh, eh! ¡Qué es nueva!
-Jódete. –Río.
-Parecemos idiotas.
-Lo parecerás tú. –Lo señalo.
-O tú.
-O toda la gente qué nos está mirando ahora.
Reímos.
Aun seguimos sin entender por qué la gente cada vez qué
estamos juntos nos mira y cuchichea. Y en fin, Jonnhy la gente está muy loca.
Ya paro. Me sobresalto, mi móvil acaba de vibrar y eso qué estaba en silencio.
Lo cojo. Oh, un mensaje, chachi. Lo abro.
De: EUROPA FM (número no disponible)
¡Hola, Leila! Te mandamos este mensaje para avisarte y
felicitarte. ¡Eres la ganadora de tres entradas para la firma de discos de
Justin Bieber este mes! Solo llama a este número ******** y confirma qué eres
tú, y podrás tener las entradas en tus manos. ¡Felicidades!
Me levanto despacio. Y, entonces, empiezo a gritar y
saltar como una loca. Las lágrimas resbalan por mis mejillas. ¡Oh my suck!
-Leila… –Dice David rascándose la nuca– ¿Qué haces? –Suelta
su maleta junto a la mía y se pone de pie.
-¡Oh gosh! ¡David, lo conseguí, gane! –Lloriqueo de
felicidad.
-¿Él qué?
-Voy a cumplir mi sueño. –Lo abrace– Voy a ver a mí
ídolo.
-¿Qué me cuentas? –Se separa de mí y me agarra de los
hombros. Y…me sacude– ¡Felicidades! –Me grita.
-Joder, soy feliz. –Lo abrazo.
Lloro en su hombro. ¡Es qué no me lo puedo creer! ¡Voy
a conocer a mi ídolo! Es qué, oh gosh. Esto es lo puto mejor de este mundo.
¡Soy feliz! Lo voy a ver, lo podre abrazar –quizá– y verle sonreír.
¡GOOOOOOOSH! Oh my fucking suck, qué soy feliz.
Llega Kelsey y lo primero qué hago es saltar sobre
ella, si, me coge en brazos. O por lo menos yo me enrolle en ella.
-¿Qué paso? –Pregunto bajándome de ella.
-¡Vamos a conocer a Justin!
Su cara es épica. Sonrisa, ojos llorosos, sonrisa más
grande y, para terminar, chillido.
-¿¡Qué!? –Pregunta eufórica– ¡No puede ser! –Me abraza.
-¡Créetelo! ¡Vamos a conocerle!
Las dos lloramos juntas. Somos felices.
[…]
Estoy en clase de matemáticas, y estoy pintando la
mesa. He puesto mil veces el nombre de Justin, bueno y el de…el chico qué me
gusta. Más qué chico…profesor. Me gusta mi profesor de sociales.
-Gonzales, ¿podría decirme el resultado de esto? –Me
llama el profesor señalando la pizarra.
Miro la pizarra. ¿Pero qué coño es esto? La típica
escusa de siempre.
-No lo entiendo.
-¿No? Lo acabo de explicar, ¿estaba usted atendiendo? –Puta
profesora.
-Sí, pero igualmente no lo entiendo.
-Sabe usted qué todos los profesores tienen queja de
qué siempre utiliza la misma frase, ¿no? –Mierda.
-¿Yo? –Me señalo– También se decir ‘no me da la gana
contestar’ pero como sería muy grosero, me lo cayo. –Sonrío inocentemente.
Mis compañeros ríen y David me da un codazo. Sí, está a
mi lado.
-¡Gonzales! Está usted castigada en el recreo en el
aula veinte cuarto y se lleva, esta vez, un parte. ¡Me tiene harta!
-¡Ay! No la entiendo, si no quiero estudiar, ¿qué le
importa? Sí pudiese no venía, y por no saber contestar algo qué no entiendo me
ponen un parte. –Me levanto de mi silla.
-Solo eres una niñata. –Me insulta mientras escribe.
-¿Lo escucharon? –Le pregunte a la clase– Acaba de
insultarme.
-Te estoy definiendo, no insultando. –Me mira por
encima de las gafas de culo de botella.
-¿Definiéndome? –Me río– Sí a mi me dejaran definirla a
usted.
-¿Perdón?
-¡Qué no soy una niñata!
No me queda nada cuando llegue a casa y mi madre ve el
parte. Puta Marianella esta de mierda. Recojo mis cosas y las pongo dentro de
la mochila.
-¿A dónde cree qué va?
-A donde no estés tú.
Me la pongo al hombro y salgo de la clase. ¡Maldita
asquerosa! ¿Por qué todos los profesores son así? Con lo feliz qué estaba yo
con lo de Justin, ahora no podré ir por culpa de esta tipeja. Llego a las
escaleras qué dan a la clase de Tecnología y me siento en ellas. Lloro
desconsoladamente. Por su culpa, no voy a poder ver a mi ídolo. Sorbo. ¡Por su
maldita culpa! Se puede morir, ojala se parta un pie.
-¿Leila? –Pregunta una voz familiar.
-No… –Sorbo.
-¿Qué paso?
Levante la vista y veo qué es mi profesor de Sociales,
un chico joven y recién llegado al instituto. Tiene veinticuatro años y es muy
guapo. Sus ojos son color azul verdoso. Y se llama Carlos. Me levanto secándome
las lágrimas.
-¿Por qué no estás en clase?
-No es nada… ya vuelvo si eso.
-Espera, ¿necesitas hablar?
-Sí. –Digo con un hilo de voz, a punto de echar más
lágrimas.
Él me lleva hasta su departamento. Es uno de los únicos
profesores qué me cae bien. Me comprende muy bien, y siempre me ayuda con todo.
Creo qué es del único qué no pone quejas hacía a mí.
-¿Qué paso? –Pregunta mientras se sienta en el suelo,
yo a su lado. Como ya dije, este profesor mola.
-Profe… –Sorbo, de nuevo– Es la de matemáticas.
-¿Marianella?
-Sí.
-¿Qué hizo está vez?
-No qué no entendí un problema qué había en la pizarra
y empezó a decirme qué si yo nunca atendía, qué si siempre utilizaba la misma
frase y todos los profes se quejaban de mí. Y me castigo en el recreo. –Sollozo.
-¿Y lloras por eso? ¿Con lo fuerte qué eres tú? No
puedes llorar con todo el swag qué derrochas. –Lo miro y río.
-Te aprendiste la palabra. –Sonrío.
-¡Claro! ¿Cómo no me la voy a aprender si la repites
cada cinco minutos? –Sonríe.
-Gracias, profe.
-Ya te dije qué me llames Carlos.
-Vale, gracias, Carlos. –Recalque su nombre.
-Y, entonces ¿por qué llorabas?
Saque mi móvil y busque el mensaje. Se lo enseñe.
-Sí me ponen un parte no me van a dejar ir. –Le explico
mientras él lee.
-Dios, felicidades. –Me entrega el móvil– Hablare con
el jefe de estudios para qué no te pongan el parte.
-Eres el mejor, Carlos. –Lo abrazo. Aspiro su aroma.
Huele genial, a AXE de chocolate. Es qué este profesor mola.
Me quedaría toda una vida abrazada a él.
[…]
Ya estoy en el recreo, sentada en las gradas de la
cancha. Estoy comiendo galletas príncipe. ¡Chachi! Y me tranquilice, por
cierto. Llegan David y Kelsey cogidos de la mano, riendo. Levanto el paquete de
galletas.
-¿Quieren? –Les ofrezco.
-No, gracias.
Se sientan a mi lado derecho. Kelsey me mira.
-¿Dónde estuviste toda la hora?
-En el departamento de Sociales.
-Oh…te van a poner un parte y la profesora dijo qué nos
olvidáramos de ti, qué pasásemos.
-Me río en su puta cara. –Dije de malhumor.
-¿Estás enfadada?
-Tía…qué por culpa de ella no voy a ver a Justin.
-¡No, me niego! No voy a ir sin ti.
-Sabes perfectamente qué puedo ir, me escapo.
-Pero…lo qué dijeron tus padres la última vez.
“Sí te vuelves a escapar no entras más en esta casa” Me
la suda, pero mira, totalmente.
-Me la sopla. Me voy con mi prima a Tenerife de nuevo,
ya ves tú.
-¿Y nosotros qué? –Pregunta David.
-Chicos…no sé. ¿Vale? Mi vida es rara y no la entiendo.
Unos ‘uuuuhh’ de fondo se oyen. Miro a ver qué pasa, es
el jefe de estudios.
-Leila, vamos.
Cojo mi mochila y me despido con un cabeceo de mis
amigos. Sigo al jefe de estudios hasta su despacho, aunque ya sé donde es.
Tomamos asiento.
-¿Qué paso en la hora de matemáticas?
-La profesora estaba explicando y me dijo qué
resolviese un problema, pero no lo entendía y se lo dije. Después me echo en
cara qué si todos los profesores se quejaban de mí y qué si no sé qué, me llamo
niñata y me castigo en el recreo. Y después me fui de clase, ella no tiene
derecho a decir eso delante de toda la clase y qué cuando yo me fui, empezase a
decir qué pasaran de mí.
-Bien. –El miro el papel qué tenía en la mano– Aquí no
pone eso. Dice qué usted le contesto a ella.
-Claro, no me da la gana qué me digan todo eso delante
de la clase. ¿Necesita testigos? Tengo a toda la clase.
-No le pondremos el parte. –Rompe el papel– El profesor
Carlos vino a hablar conmigo y me contó lo mismo qué tú. Él fue a hablar
también con Marianella.
-Oh gosh…gracias. No sabe lo feliz qué me hace.
-Me impresiona eso de ti, señorita Gonzales. Qué
siempre te da todo igual.
-Esta es una ocasión especial. –Sonrío.